Coelacanthus Biscayensis, una aproximación al universo
Hubo un Tiempo de Quimeras
Rober Garay construye, documenta y da vida en la comarca de Busturialdea a todo un asombroso universo acerca de la cosmogonía mitológico-industrial de un tiempo que pudo ser... Coelacanthus Biscayensis... Un tiempo oscuro en donde supersticiones y sueños pasaban al plano real. Una era de realidades cotidianas contada desde los parámetros del Arte Contemporáneo. Un tiempo de Quimeras.
Hubo un tiempo de Quimeras. Una época casi olvidada en la que, casualmente, se tuvo constancia de la existencia física de criaturas que hasta entonces habían pertenecido tan solo al imaginario popular. Cuando, a finales del siglo XVIII los vascos tomaron conciencia de que muchas de sus supersticiones se basaban en criaturas reales, sucedió lo inevitable.
Los miedos ancestrales dieron paso a un interés creciente hacia éstos recién descubiertos seres por parte de la ciencia. Y fue precisamente ésta comunidad científica la que descubrió sus virtudes, sobre todo en el caso de las criaturas marinas.
Primeramente fueron casos aislados. Pescadores de pulpos y txangurros de las costas de Bizkaia y Gipúzkoa, capturaban ocasionalmente entre sus aparejos nocturnos algunos ejemplares de Nereidas y Ninfas. Estas pequeñas sirenas “amabirgiñes”, presentes hasta entonces tan solo en antiguos relatos de viejos arrantzales en noches de tormenta, y cuyas milagrosas propiedades curativas y sanadoras despertaron rápidamente el interés de la ciencia, dieron la clave del nuevo escenario en el que había que desarrollar su captura.
Luego llegó el tiempo de los Tritones, de zaldigorris, de Quimeras, de Celacantos… Tras el descubrimiento de cada nueva especie, una nueva industria empezaba a tomar forma, aunque la poco significativa frecuencia en las capturas no auguraba una producción masiva ni sostenible en el tiempo.
Pero estamos en 1860, y tras el fin de la primera Guerra Carlista y el traslado de las aduanas a la costa, nos encontramos ante un contexto favorable para el despegue de la industria vascongada. Proliferan nuevas factorías de todo tipo, y el sector alimentario y farmacéutico no constituyen una excepción. La tendencia al crecimiento sostenido del sector proseguirá hasta el final de la segunda Guerra Carlista, que marcaría un nuevo hito en la política y en la economía del país.
Esta floración industrial se produce también en nuestra comarca de Busturialdea, estableciéndose las primeras “sociedades de pescadores” y las primeras Cofradías. Factorías conserveras como la de Abaroa-basoa de Portuondo-erreca, fundada por Balbino Abaroa cerca de Mundaka, o pequeñas empresas familiares como la de la familia Basterrechea del caserío Imincha, en Kanala, se especializan en la pesca, procesamiento y comercialización de éstas mágicas criaturas de nuestro Mar Cantábrico.
Es el fin de un mundo oscuro de mitos y leyendas, que da paso en el siglo de las luces a un nuevo mundo industrial, en aras del progreso de la humanidad.
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